5 de abril de 2011

El fusilamiento de Torrijos

Fusilamiento de Torrijos (detalle).
Debemos al novelista, ensayista y editor alcarreño José Esteban Gonzalo (1936) sendas novelas históricas sobre los dos grandes héroes liberales del siglo XIX español. Este tándem de relatos comenzó con El himno de Riego (1984), memorias noveladas de Rafael del Riego (1785-1823) en las horas previas a su ejecución en 1823, y concluyó con La España peregrina (1988), diario de Torrijos en los días que condujeron a su fusilamiento en 1831.


Se trata de dos novelas independientes aunque con un similar planteamiento de memorias íntimas, con un mismo estilo lírico y reflexivo y, también, por supuesto, con un común designio de homenajear a ambos mártires de la libertad española.

Hace ya años que había leído la primera pero hasta hace pocas fechas no había tenido ocasión de leer la segunda de estas novelas.

José Esteban Gonzalo.
La España peregrina se presenta en un solo tomo dividido en dos partes o libros diferentes. El primero de ellos se titula “Unas páginas de Blanco-White” y consiste en una serie de apuntes puestos en la pluma de este autor acerca de la emigración liberal española en Londres durante la Ominosa década del reinado de Fernando VII (1823-1833).

Estas supuestas memorias de José María Blanco-White (1775-1841) están fechadas hacia el final de los días de su imaginario autor y parten de su necesidad de recordar a los emigrados liberales españoles que había tenido oportunidad de conocer unos años atrás. De esta forma, Blanco-White pretende dirigirse, ya en los últimos años de su existencia, por última vez a sus paisanos, reconciliándose así con la lengua española, que había dejado de cultivar desde su exilio:

José María Blanco-White.
“Durante años fue muy cierto que el escribir o hablar en mi propia lengua me fue doloroso. El eco de la hermosa y desgraciada lengua española traía a mi oído como un rumor de mazmorras en que hubiese sufrido encarcelamiento y grillos, heridas e insultos (…)

Pero al ver ahora, en el recuerdo, esta desgraciada cuan hermosa lengua, al escucharla de nuevo en boca de mis desgraciados compatriotas, volvió a parecerme hermosa. Porque supe entonces comprender que lo mismo que había sido portadora de inquisiciones sin cuento, también lo había sido, y ahora lo podía ver en mi propia alma, la que había errado por el mundo; la que había sabido expresar, también, desgracias y tragedias sin fin y la que en sus dulces poesías había sabido, también, llegar hasta el fin de la desesperación contra la injusticia”.

José María de Torrijos.
En estos deslavazados y emotivos apuntes, Blanco-White reflexiona sobre España, sobre religión, sobre su experiencia vital… a la vez que va desgranando sus evocaciones de una larga serie de liberales españoles refugiados en el barrio londinense de Somers Town durante la década de reinado absolutista: Joaquín Lorenzo Villanueva, Ángel Saavedra, Alcalá Galiano, Espronceda, Istúriz, Calatrava, Argüelles, Espoz y Mina, Torrijos, etc.

El segundo libro o segunda parte de nuestra novela se titula “El diario de Torrijos” y, de nuevo, Blanco-White se dirige brevemente al lector para presentar la transcripción de un valioso manuscrito, llegado a sus manos por misterioso conducto.

Se trata, nada más y nada menos, que del diario personal que el general  José María de Torrijos (1791-1831) llevó desde su partida de Londres en agosto de 1830 hasta las horas previas a su ejecución en diciembre de 1831.

Al igual que en la primera parte de la novela, el estilo de este diario es más reflexivo y lírico que narrativo. A lo largo de sus notas, Torrijos se nos presenta como infatigable enemigo del bárbaro absolutismo y ardoroso partidario de la libertad y prosperidad españolas. En referencia a las incursiones de Espoz y Mina y otros liberales por el norte de España a  finales de 1830, señala lo siguiente:

José María de Torrijos.
“…las crestas de los Pirineos se llenan hoy de valientes, anhelantes de pisar su tierra natal, olvidando que de ella habían sido arrojados y no culpan (nunca lo hicimos) al pueblo español, sino al fanatismo civil y religioso que lo había seducido y degradado. Nos aprestamos, pues, una vez más, a redimirlo de su abyección, haciendo resonar en sus pobres oídos las palabras hermosas de paz, prosperidad, libertad y ventura, que son los bienes que venimos a ofrecer en retribución de nuestros agravios y desgracias”.

Todo lo que acierta José Esteban en la documentación histórica de la obra y en la recreación psicológica de sus dos protagonistas, Blanco-White y Torrijos, sin embargo, todo eso mismo adolece su novela como narración de una serie de apasionantes sucesos.

Realmente, el propósito fundamental del autor no es relatar los hechos sino dar voz a sendos personajes históricos y guiar al lector por los motivos e ideales de ambos.

José María de Torrijos.
José Esteban sólo recrea diálogos y desarrolla episodios novelescos en el momento de acción más trepidante de los hechos históricos referidos, cuando Torrijos despliega una serie de ofensivas en la costa andaluza tendentes a provocar un pronunciamiento militar contra el absolutismo fernandino. Así, el diario cuenta la fugaz toma de La Línea de la Concepción por el mismo Torrijos en diciembre de 1830, la derrota de Manzanares, el fusilamiento de Jurado, etc.

En marzo de 1831, recuerda el diario el fracaso de la intentona liberal de Manzanares, la  dispersión y huída de sus hombres… La suerte del propio Manzanares es contada en los siguientes términos:

El Peñón de Gibraltar en 1810.
“Manzanares huye, pues, pensando encontrar el camino hacia Gibraltar. La noche es oscura y el fugitivo se encamina hacia la sierra de Gaucín, cuya abrupta vertiente le promete segura senda. No hay una sola estrella, ni un punto fijo en que mirar y el huido sólo piensa en la perfidia de la especie humana. Sigue ascendiendo la sierra hasta que consigue ver una luz que irradia un pequeño cortijo. Se acerca y encuentra a un pastor, rudo y taimado, que le escucha atento cuando Manzanares pide refugio donde guarecerse. El héroe, una vez más confiado, se entrega a su protección. Pero este taimado español, hijo de la perfidia inquisitorial y fernandina, le lleva hasta las tropas que esperaban a los huidos de la partida. Manzanares, al verse acorralado y perdido, mata al traidor de un disparo y después se atraviesa su valeroso pecho con la espada. Sabía que era carne de patíbulo y se negó a serlo”. [i]

De esta guisa, el final de la novela se convierte en un documentado y emocionante reportaje del precipitado desembarco de Torrijos y sus compañeros en la costa de Fuengirola, la traición de que son objeto, su persecución por la sierra de Mijas, su captura en una alquería a unos veinte kilómetros de Málaga… hasta el fusilamiento de todos ellos en las playas malagueñas de San Andrés el 11 de diciembre de 1831.

Fusilamiento de Torrijos y sus compañeros en las playas de Málaga. Antonio Gisbert. 1888.
Llegamos, así, al momento final y culminante de la aventura de estos desdichados, cuyo desenlace imagina Torrijos en las últimas líneas de su diario:

“Iremos caminando por la playa, que se extiende ondulada hasta el infinito, con cierta dificultad y con fatiga. Nos acompañará la curiosa y anhelante multitud. Sonarán los tambores. Los capuchinos irán a nuestro lado dándonos sus últimos consuelos. De súbito, se parará la comitiva. Un toque destemplado y agudo de corneta, nos dejará inmóviles en el punto en que vamos a ser sacrificados. Todos, olvidan­do a los frailes, iremos a ocupar nuestro último lugar entre los vivos. Nos erguiremos frente a los fusiles. Yo volveré a reclamar mi derecho a dar la voz ejecutoria de fuego. No hay presente otro mariscal. Pero mis verdugos volverán a negarme ese honor último que me corresponde. (…) Unos nos abrazaremos emocionados; otros se aislarán en su definitivo silencio. Los soldados nos irán agrupando para fusilarnos. Yo estrecharé las manos de mis compañeros, me adelan­taré hacia el pelotón y cuando oiga el grito de ¡Fuego!, gritaré fuerte ¡VIVA LA LIBERTAD!, que es la última palabra que quiero oír en mi vida”. [ii]

Fusilamiento de Torrijos (detalle).
Previamente, Torrijos ha escrito una carta de despedida a su esposa, cuyo texto se reproduce entre las notas de su fingido diario.

En realidad, existió esta histórica misiva, que fue recogida y publicada en la “Vida del General D. José María de Torrijos y Uriarte”, biografía escrita por la viuda de nuestro héroe, Luisa Carlota Sáenz de Viniegra:

“Málaga, convento de Nuestra Señora del Carmen el día 11 de Diciembre de 1831 y último de mi existencia.

Amadísima Luisa mía: Voy á morir, pero voy á morir como mueren los valientes. Sabes mis principios, conoces cuán firme he sido en ellos, y al ir a perecer pongo mi suerte en 1a misericordia da Dios, y estimo en poco los juicios que hagan las gentes. (…)

De la vida a la muerte hay un solo paso y ese voy a darlo sereno en el cuerpo y el espíritu. He pedido mandar yo mismo el fuego a la escolta: si lo consigo tendré un placer, y si no me lo conceden me someto á todo, y hágase la volun­tad de Dios. Ten la satisfacción de que hasta mi último aliento te he amado con todo mi corazón. Considera que esta vida es mísera y pasagera y que por mucho que me sobrevivas, nos volveremos á juntar en la mansión de los justos á donde pronto es­pero ir, y donde sin duda te volverá á ver tu siempre hasta la muerte.- José María de Torrijos”.

José de Espronceda.
¡Impresionante carta por su precisión, su dignidad, su serenidad…escrita en circunstancias tan extremas!

El momento de la inmolación de nuestro héroe fue objeto, posteriormente, del conocido soneto “A la muerte de Torrijos y sus compañeros” por José de Espronceda (1808-1842):

“Helos allí: junto a la mar bravía
cadáveres están ¡ay! los que fueron
honra del libre, y con su muerte dieron
almas al cielo, a España nombradía.

Ansia de patria y libertad henchía
sus nobles pechos que jamás temieron,
y las costas de Málaga los vieron
cual sol de gloria en desdichado día.

Españoles, llorad; mas vuestro llanto
lágrimas de dolor y sangre sean,
sangre que ahogue a siervos y opresores,

y los viles tiranos con espanto
siempre delante amenazando vean
alzarse sus espectros vengadores”.

Las palabras de Espronceda no eran vana retórica, sino manifestaciones sinceras, vibrantes, de un expedicionario liberal en la fracasada campaña pirenaica de Espoz y Mina en 1830. Espronceda había figurado en el grupo de Joaquín de Pablo, “Chapalangarra”, y dedicó a la muerte de su jefe en una emboscada la elegía en donde dice aquellos versos:

“…Y vosotros, ¡oh nobles guerrerros!
de la patria sostén y esperanza,
abrasados en sed de venganza
odio eterno al tirano guardad…”

Enrique Gil y Carrasco.
Otro poeta romántico, Enrique Gil y Carrasco (1816-1845) ofrecería también unos delicados y melancólicos versos “A la memoria del General Torrijos”:

“…Costas del mar de Málaga encantada,
Si por vosotras algún día errante
Se extendiera mi vista desolada,
Se perdiera mi paso vacilante,

Arrodillado, con los ojos fijos,
Esa tumba sagrada adoraría,
Y la gigante sombra de Torrijos
Entre el sol del ocaso buscaría.

Paz, le dijera, a tu desierta losa;
Yo te cantara, y si laurel tuviera,
Yo dejaría su guirnalda hermosa
En la tranquila paz de esta ribera.

Mas, huésped de la bella Andalucía,
Cisne sin lago, bardo sin historia,
Mi perdido cantar empañaría
el rutilante sol de tu alta gloria”.

L'Espagne et Torrijos. Auguste Raffet. 1835.
El sacrificio de Torrijos y sus compañeros ha tenido otros innumerables ecos literarios: el capítulo que Thomas Carlyle (1795-1881) dedicó a nuestro general en The Life of John Sterling (1851), biografía del principal amigo y protector inglés de Torrijos…, la novela Los caudillos de 1830 (1918) perteneciente a la serie de las Memorias de un hombre de acción por Pío Baroja (1872-1956)… sin olvidarnos de Liberales y románticos (1954), el extraordinario ensayo de Vicente Lloréns sobre la emigración española en Inglaterra durante la Ominosa década… [iii]

¡Qué episodio tan heroico, novelesco y apasionante de nuestra historia! Merecerían ser los versos de Espronceda el verdadero himno de los patriotas y las últimas palabras de Torrijos el supremo lema de nuestra lengua. ¡Viva la libertad!



[i] A estos sucesos se refiere el absolutista Felicísimo Carnicero en el episodio “Los Apostólicos” de la segunda serie de Los Episodios Nacionales de Galdós: capítulo  XX: «¡Bomba, señora! La trapisonda de Andalucía ha terminado. Los marinos que se sublevaron en San Fernando están ya fusilados y el bribón de Manzanares, que desembarcó con unos cuantos tunantes, ha perecido también. ¡Si no hay sahumerio como la pólvora para limpiar un reino! Que desembarquen más si quieren. El Gobierno se ha preparado, arma al brazo. Ahora, vengan pillos» (Capítulo XX).

[ii] La viuda de nuestro general, en la biografía de su marido, relataría así los instantes fatales del fusilamiento de Torrijos y sus compañeros: “Marchó al punto preparado para el sacrificio con esa misma serenidad que había presentado en el campo de las lides. Siguió con paso firme el de su escolta, imitado en su valor por los que le seguían. Llegaron al sitio fatal… La tiranía, bajamente envidiosa y cobardemente avara de toda gloria para con su victima, no le permitió mandar el fuego y recibir la descarga sin vendarle los ojos, única gracia que mi esposo se había permitido pedir. Se manifestó urbanamente agradecido a su confesor: dio á conocer su satisfacción por la conformidad y entereza de sus compañeros, y saludando con estos el objeto de todos sus afanes y la causa que le había empeñado en este mis­mo sacrificio, con un enérgico VIVA LA LIBERTAD, cayó mi esposo, y cayeron todos sus 52 compañeros á los mortales rayos lanzados á la voz de la perfidia, por orden de la airada y sangrienta tiranía”.

[iii] En una litografía de época se dedicaban estos versos a Torrijos: “En cuerpo tan dispuesto, / en armas tan mañoso, / en ánimo tan esforzado, / en juicio tan delicado, / en condición tan bien quisto / y en edad tan mozo, / peleó y murió por la libertad / como caballero y como cristiano”.